Nací en Colombia y tuve la gracia de crecer en una familia donde el arte era parte esencial de su expresión: mi abuelo tocaba la bandola y mi abuela pintaba… seguí sus pasos.
Mi padre, melómano y arquitecto, me enseñó a encontrar belleza, armonía y orden en todo lo observado y escuchado.
Encontré a Bach siendo muy joven, y sus Conciertos de Brandeburgo me enseñaron libertad. Beethoven, con su 5ª Sinfonía, “me encontró” en un momento crítico de mi vida y me dio la fuerza necesaria para seguir viviendo.
Conviví entre pianistas y chelistas. Tchaikovsky, con su Primer Concierto para piano y orquesta, me sostuvo en tiempos de soledad. Y nuevamente, con Beethoven volví a encontrarme en 1995, en un curso de Musicosophia impartido por un profesor español. En esa ocasión, su 5º Concierto para piano y orquesta logró dar respuesta a mi gran pregunta: la música es lenguaje, y la Melorritmia es su escritura, “el mapa del oyente”.
En 2006, una entrevista con el Maestro George Bălan me motivó a continuar y me dio las pautas necesarias para internarme en su pensamiento filosófico (sigo haciéndolo con fervor). La lectura de sus libros y su musicalización, el estudio concienzudo de los temas de los Seminarios Internacionales, así como los cursos con Hubert Pausinger y Álvaro Escalante, me dieron la dimensión de la grandeza de esta propuesta.
Desde entonces, junto a Fernando Pardo, comparto el Método de Escucha Consciente de la Música Clásica con niños y jóvenes.