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George Balan

Cada mañana, hacia las nueve, la radio transmitía un programa, para mí apasionante, de arias de ópera y a las diez, invariablemente, daba la alarma relacionada al acercamiento de los bombarderos anglo-americanos, lo que nos obligaba a huir en los campos, donde la seguridad no estaba nunca garantizada. En plena guerra ha venido en “tournèe, en mi ciudad de provincia, la ópera de Bucarest. Ha sido para mí un momento memorable cuando resonaron los primeros sonidos de la obertura de “Carmen”. El adolescente de 14 años sentía una especie de terremoto existencial. De verdad, toda mi carrera musicológica empezará bajo el signo de esta ópera que aún en la vejez no puedo escuchar sin una profunda emoción.

Estoy convencido de que había venido al mundo con un modo especial de percibir el lenguaje de la música, muy cercano a lo que se llama Filosofía. Los sonidos de una Nocturne de Chopin o de una Sonata de Beethoven, aunque impactándome emocionalmente, evocaban para mí actitudes espirituales, modos de ver y comprender el mundo. Esta percepción se quedó vaga hasta que me ví obligado de buscar un sujeto de disertación para obtener el título de doctor en la Universidad de Moscú. Tenía 28 años. Escribir y defender tal tesis constituían la razón principal de los tres años de estudio y búsqueda en la capital de Rusia. En una noche fría de diciembre del año 1958 aterrizó inesperadamente en mi cabeza, sorprendiendo y entusiasmándome, el título de mi tesis, que debía ser también su motivo conductor: “El contenido filosófico de la música”. Lo traté con la experiencia, madurez e información cultural que había podido alcanzar hasta esta edad y pude defenderla con éxito.

Escribí después muchos libros, especialmente sobre los grandes compositores, en los que ponía de relieve lo que yo llamaba “expresividad filosófica” enmarcada por los sonidos pero vinculada a mi manera de percibirlos y vivirlos. Era de seguro algo, pero no era todavía lo que objetivamente querría ser buscado. No había encontrado hasta ahora el modo en que el discurso musical mismo se puede revelar como un lenguaje filosófico, como una filosofía “sui generis”, inconfundible con los razonamientos abstractos, especulativos de los pensadores. El gran descubrimiento tuvo lugar mucho más tarde, después de haberme expatriado, cuando me vi forzado de renovar toda mi vida y mi pensamiento.

Así llegué a descubrir que el lenguaje musical mismo esperaba una percepción capaz de ver en él mismo un lenguaje filosófico pero de otro tipo que el de la reflexión especulativa. La condición era que los motivos, los temas y su desarrollo fueran vividos como un lenguaje independiente de toda explicación emocional y verbal, como un desafío a la filosofía tradicional. Este ha sido el germen de la MUSICOSOPHIA. Me encontraba entre los años 50 y 60 de mi vida. Desde la primera inspiración habían pasado aproximadamente treinta años de vida.

 

El trabajo de Balan en Rumania y en el extranjero estuvo marcado por una búsqueda e investigación incansables en los campos de la música y la filosofía. La publicación de los resultados de su investigación, que había recogido en numerosos libros y escritos en Rumanía, prosiguió con un poder creativo inquebrantable en Alemania. Desde entonces, muchos de sus libros se han traducido a seis idiomas. Además de su obra literaria, llegó a una gran audiencia a través de sus numerosas conferencias públicas en las grandes salas de conciertos de Rumanía. Sin embargo, su forma libre de pensar y sus valientes declaraciones pronto se volvieron sospechosos para el entonces régimen totalitario de Ceausescu.

En 1977, George Balan abandonó su tierra natal rumana por motivos políticos y se instaló en Baviera, Alemania. En 1979 recibió una cátedra en la Universidad de Munich sobre el tema “La Filosofía de la Música” y ese mismo año desarrolló el Método Musicosophia fundando la primera Escuela Musicosophia en el sur de Baviera, a la que le dio el nombre de “Brucknerianum” en nombre del compositor Anton Bruckner.

Después de una estancia de cuatro meses en los Estados Unidos en 1985, trasladó la escuela a St. Peter en la Selva Negra, en las inmediaciones de Friburgo, y la llamó Escuela Internacional de Musicosophia, Escuela de escucha consciente de la música. En el mismo año, George Balan recibió la ciudadanía alemana.

Hasta el día de hoy, George Balan y sus colaboradores siguen trabajando para hacer que la música de los Grandes Maestros sea accesible para muchas personas a través del Método Musicosophia.

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